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domingo, 13 de octubre de 2019

En busca del oso.

A principios del pasado mes de septiembre, un grupo de socios de Anapri viajamos por segunda vez en busca del oso Pardo a la zona de Somiedo (Asturias). En estas fechas, los plantígrados alargan su actividad alimenticia, ya que se tienen que cargar de grasa para pasar el invierno. Salen al atardecer, y en algunos casos alargan su campeo hasta algunas horas después del amanecer. La búsqueda de estos animales se hace con telescopios, buscando entre los canchales de las laderas montanas donde el color pardo del oso resalta sobre el color blanquecino de las rocas, donde abundan los avellanos, cuyos frutos constituyen una base fundamental en la acumulación de grasa para afrontar la hibernación.

Observación desde el Mirador del Príncipe en La Peral.

Antes de llegar a nuestro alojamiento en Pola de Somiedo, los apartamentos Auriz, muy recomendables por cierto, hicimos una primera parada en La Peral, en el Mirador del Príncipe. Nos recibió un frescor poco esperado comparado con las altas temperaturas que se estaban dando en nuestro pueblo Colmenar Viejo (Madrid) en esos mismos días. Después de un par de horitas de observación, sin éxito, pero sí disfrutando de los primeros rebecos, llegamos a nuestro alojamiento.

Frescor en La Peral

En el amanecer de nuestro segundo día, tuvimos la suerte de observar un par de osos pardos, uno primero en Gúa y otro bien entrada la mañana en La Peral. Antes de abandonar, un águila real nos sobrevoló con su espectacular presencia.

Espera mañanera en La Peral

Con el objetivo cumplido de haber tenido más de una hora de observación de la evolución de un par de osos por los canchales, el relax era patente, pero no por ello dejamos de seguir haciendo esperas. Al atardecer del mismo día, otro oso pardo bajó por la ladera del pueblito de Gúa y se quedó a escasos 400m de las casas. Como nuestro principal objetivo era la observación, disfrutamos de lo lindo turnándonos para mirar por los dos telescopios que teníamos. La camaradería en este tipo de turismo es bastante grande y respetuoso con la fauna a observar, por eso hay un lugar habilitado para la observación en Gúa, donde nos juntamos un buen número de observadores.

Oso pardo. Foto de unos compañeros franceses con los que disfrutamos el momento.

En nuestra cuarta espera, en el  amanecer de nuestro segundo día, no hubo suerte, aunque disfrutamos en varias ocasiones de algunos ciervos y corzos. Después de esas esperas, regresábamos al alojamiento a hacer un buen desayuno. Nuestro compi César, rebautizado como "el niño de las sartenes", se descubrió y nos deleitó con sus habilidades cocinillas y culinarias, haciendo que cuatro de los cinco miembros de la expedición regresaran con más peso jeje. el quinto miembro, el que suscribe, llegó con menos peso, por problemas de salud.

Feria del Ganado en Pola de Somiedo.

Nuestra estancia en Pola de Somiedo, coincidió también con las fiestas patronales, además de algún paseillo por la noche a ver el ambiente, por el día había feria de ganado, muy popular en la zona, donde los diferentes ganaderos intentan vender algunos de sus efectivos bovinos, de las razas adaptadas a la zona como son la Asturiana de los valles y la Asturiana de Montaña.
Por supuesto, como no podía ser de otra manera, sacamos tiempo para disfrutar de las refrescantes sidriñas en unos paisajes inmejorables.

Sidriñas en el valle

Para rematar, en la última espera del amanecer, volvimos a observar otro oso, el cuarto de nuestra expedición. Buen final para un bonito viaje.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Riaño 3

La mañana avanzaba, igual que nuestro camino por mitad del bosque, en un continuo y leve ascender.


Desde alguno de los claros, las vistas de la montaña y el valle en el que se construyó el controvertido embalse de Riaño, eran espectaculares, adornados por los fructíferos serbales de cazadores que salpicaban el paisaje.


Al ganar altura, la vegetación arbórea se hacía más relicta y menos abundante. A estas horas del mediodía, ya comenzaba a calentar el sol.


Por el sendero por el que transitábamos, descubrimos un enorme excremento. Sin duda se trataba de un excremento de oso. Saber que justo por donde estábamos caminando, dias o semanas antes,  había pasado un oso, nos llenó de una enorme alegría y emoción.


Pero las emociones no se quedaron ahí. Un poco más adelante y después de un ligero descenso, junto a un arroyo, descubrimos una huella. En este caso se trataba del otro gran carnívoro de la montaña, nuestro querido lobo ibérico (Canis Lupus signatus).


Para rematar, más adelante encontramos unas señales en las cortezas de unos árboles. Aunque no tenemos una certeza cien por cien, se nos ponen los pelos como escarpias, sólo de pensar en la posibilidad de que la marca la realizara un oso con sus zarpas.


Después de una tranquila comida en una pradera de alta montaña, donde disfrutamos del vuelo de buitres leonados, cuervos, un águila real y varios gavilanes, llegó el momento de descender por la pista y dirigirnos a casa para descansar y preparar nuestra salida para el día siguiente.

martes, 1 de noviembre de 2016

Riaño 1

Del 13 al 16 del pasado mes de octubre, estuvimos en Riaño y alrededores. Un viaje que se gestó con amigos del trabajo y gracias a David, compañero y autóctono de Riaño. Un viaje muy ansiado y postpuesto en alguna ocasión por diferentes motivos, que al fín se hacía realidad. Buscábamos disfrutar de paisajes y bosques atlánticos en tierra de lobos y osos. Nuestra primera parada fue en uno de los montes de la cuenca minera leonesa, antaño explotado y ahora abandonado por la reconversión de la explotación del carbon como materia no renovable y contaminante. Inspeccionamos alguna de las entradas a las minas en busca de posibles colonias de murciélagos, con resultado negativo.


Después nos adentramos en un bosque de roble albar (Quercus petraea), lugar donde teníamos constancia de que en alguna ocasión, el oso había campeado.



Un pequeño reconocimiento de la zona, nos hizo disfrutar de un bosque bien conservado. Un verdadero placer poder andar entre árboles centenarios. Pero era momento de emprender viaje para llegar a la casa de Riaño, dejar las cosas, comer y emprender de nuevo viaje hacia otra zona.
El cielo cubierto amenazaba lluvia, y no tardó en llegar. Bien abrigados y con nuestros impermeables, subimos a una zona en busca de la berrea de algún ciervo. David nos contó que hacía un par de años, una gran nevada, de varios metros de altura, había dejado mermada la población de este bonito ungulado.


La tarde se puso realmente desapacible, pero como teníamos muchas ganas de disfrutar del viaje, seguimos ascendiendo los montes en busca de un buen mirador donde poder buscar la diferente fauna del lugar. No es fácil encontrar a los grandes vertebrados de la zona, pero encontrar algún rastro de su presencia siempre es algo gratificante. Cerca del mirador, encontramos un excremento antiguo de lobo. En esta ocasión, el cánido se había alimentado de jabalí. Los pelos eran claramente reconocibles.


Estuvimos un buen rato observando los alrededores, pero no logramos observar ningún animal. Eso sí, el paisaje ya hacía que hubiera merecido la pena subir hasta aquí.


Al atardecer descendimos hacia el coche y nos dirigimos hacia casa, ya que al día siguiente ibamos a tener un día duro en cuanto al recorrido que nos tenía programado nuestro improvisado guía.