Amaneció despejado y, aunque soleado, el fresquito se hizo patente en todo el recorrido.
Comenzamos a andar por la cañada de Navarrosillos y la primera sorpresa ornitológica fue la provocada por un gavilán o un azor, no pudimos precisar, que se cruzó en vuelo bajo y desapareció rápidamente. Más adelante, una abubilla pasaba en vuelo, mientras collalbas grises y tarabillas comunes se dejaban ver en sus posaderos. Entre el ganado, grupitos de lavanderas boyeras se alimentaban y se perseguían emitiendo sus característicos reclamos.

Durante todo el recorrido nos amenizaron con sus melodiosos cantos un buen número de totovías y pudimos descubrir algunas golondrinas comunes que volaban rápidas en pos de sus cuarteles de invernada en África.
Ya cerca del cerro Marmota, nos recibieron con sus majestuosos vuelos una pareja de buitres negros.
Una vez llegados al mirador el paisaje era espectacular. Empezamos a escudriñar el monte de El Pardo pudiendo observar gamos, jabalíes y ciervos en sus andanzas diarias.
En las cercanías, alertados por el canto de un ave, descubrimos con alegría, un bonito ejemplar de roquero solitario.


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